Nuestros compañeros caninos,
obviamente, no pueden hablar, pero es lo único que les falta ya que poseen una
rica comunicación no verbal que se manifiesta mediante el lenguaje corporal y
en las diferentes vocalizaciones como el ladrido, el llanto, el aullido o el
gruñido, del que nos ocuparemos en este artículo. El gruñido, como decíamos,
suele indicar una situación de peligro. El perro suele gruñir como advertencia
ante una situación que le disgusta y quiere que concluya ya que, de lo
contrario, su evolución será el ataque e incluso el mordisco.
Como hemos dicho, la comunicación
no verbal es muy importante en los perros y, así, podremos distinguir una
postura muy típica del momento juego en la que el perro va a plantar su tren
delantero en el suelo mientras que elevará su trasero. Es habitual, también,
que salten en esa posición, abran la boca, saquen la lengua, emitan un ladrido
agudo, muevan la cola y, también, gruñan, sin que suponga ninguna amenaza. Esta
posición se conoce sencillamente como "postura de juego" y podría
recordarnos a una reverencia.
Todos estos detalles constituyen
una incitación al juego que pocos perros van a poder resistir. Además, es
habitual que los perros se tumben boca arriba y se revuelquen, den con las
patas al otro como invitándolo a jugar, corran alrededor o incluso se lancen en
una carrera en la que esperan ser perseguidos y atrapados por el compañero.
Todos estos movimientos los van a
efectuar los perros intervinientes en la sesión indistintamente, es
decir, se
intercambiarán los roles y, durante la sesión, todos se sucederán en los
papeles de perseguidor o perseguido, mostrarán su vulnerable zona abdominal,
etc. Como vemos, durante el contexto del juego, van a darse acciones que, fuera
de esta situación, serían motivo de preocupación y peligro, tales como los
gruñidos, los ladridos o las persecuciones. Es la vertiente lúdica del gruñido
la que permite explicar por qué nuestro perro gruñe cuando juega.